El simple placer de mirar

24 noviembre 2006

No está la Magdalena para tafetanes

Querida Magdalena:

Escribo para agradecerte, aunque no sé quién eres. Sólo conozco tu página web y a algunas de tus amigas, de las que quiero contar algo para los que no saben nada, que como sabes, son muchos.

Como buen treintón, cuando empecé a meterme en el teatro corrían épocas duras: Sendero, Fujimori y la pobreza general atentaban contra los esfuerzos por hacer algo articulado. Las escuelas tenían locales paupérrimos y el único grupo que insistía en hacer escuela era Cuatrotablas. Todos veíamos como seudo-escuelas los mínimos talleres de actuación de Roberto Angeles y de Alberto Isola, que sin mucho rigor sacaban adelante a una nueva generación teatral, lo que iba más allá de su responsabilidad.

Pero algo recuerdo con claridad: toda la generación treintona izquierdosa a la que pertenezco reclamó siempre una escuela a los Yuyachkani. Ya ves cómo, Magdalena, poco a poco me acerco a ti.

Comparando con Cuatrotablas, no era posible que ellos, los yuyas, teniendo más (personas, fama, vigencia, seguidores) dieran menos. Tal vez fue lo que llaman el egoísmo de los magos, quizás priorizaron sus necesidades o les faltó encastrar con su público y con las autoridades como hace Mario Delgado con hígado y corazón.

Hoy, Magdita, cuando el trabajo formal de los yuyas ya tiene nivel mundial, ellos, (mejor dicho, ellas) han hecho un esfuerzo pero no para enseñar lo que saben sino para traer a sus maestras, las estrellas del Tercer Teatro que integran El Magdalena Project.

(Nota para los demás: El Magdalena Project es un grupo de mujeres creadoras que investigan en lo teatral y en la problemática femenina. Cultivan el vapuleado Tercer Teatro creado por Eugenio Barba del que se nutren los Yuyas y los malentendidos maestros del grupo Cuatrotablas, que trajo a Barba al Perú hace 30 años. Esta forma –que no siempre es del gusto del público por su sobrevaloración de la exigencia corporal y su necesidad de poetizar todo aunque haga críptica su lectura- tiene virtuosas como Julia Vartley, Cristina Castrillo y Geddy Aniksdal que promedian 60 años de edad y dan giras mostrando su trabajo y su trayectoria, además de dictar talleres para mujeres y conferencias).

Eso mismo, Magdalena, es lo que nos has traído, y quiero darte las gracias. Has servido a las mujeres del Perú y de paso, ayudaste a las yuyas a hacerle un pago a su tierra, esta que les dio fama, músicas, temas y buen vivir. De paso, conciliaste la relación entre ellas y nsootros, la gente de teatro de la que no pueden desembarazarse sin contradicción. El pago llega tarde, Magdalena, y pone a las Y. como meras empatadoras de otros festivales y encuentros internacionales (como el festival internacional de monólogos Ni Tan Solos o los encuentros de Trujillo, los de danza teatro del TUSM, etc.) pero se agradece, como todo lo bueno que han sabido darnos, comenzando por su talento.
Gracias Yuyas, gracias Magdalena.
Gracias.

Mariano.

09 noviembre 2006


Quince palabras sobre RecontraHamlet

Carta a los directivos de América TV, referente a la puesta de RecontraHamlet que se presenta en Preludio los fines de semana y que comprende 5 comedias, entre ellas el Fifteen-Minute Hamlet de Tom Stoppard.

Señores:

Reemplacen Recargados de Risa por RecontraHamlet. Son blanquitos, vulgares, parecen cultos, ¡un éxito!

Mariano.

03 noviembre 2006


Morir de Horror
Carta a mi amigo José Carlos, casi filósofo.

Estimado José Carlos:

En nuestras charlas de café con filosofía hablábamos, para empezar, de La Belleza, La Verdad, El Bien y, al final, sólo al final, del Amor, ¿recuerdas?
Hoy fui a ver Morir de Amor al Teatro La Plaza y me acordé de ti. Me divertí tanto que quiero decirte: no vayas a verla.
No vayas porque tú siempre me reclamaste “una mirada cuestionadora y una actitud inteligente” y el amor, estimado José Carlos, el amor no es inteligente y no cuestiona nada. Y esta obra... tampoco.
Morir de Amor se trata de eso que dicen el título y Miguel Bosé: de todos los clichés divertidos que el amor genera, alimenta y multiplica. Marisol Palacios y Alfonso Santistevan, los autores con corazón de poetas, juntan tres parejas en un tour de force actoral que hace brillar a los seis intérpretes pese a la poca lógica de la trama o los inexplicables cambios de los personajes. Sin Torres, Brugé, Galliani o Condos, que realmente se lucen, en especial el primero, la escritura se evidenciaría cursi e incoherente, ¿pero acaso no es así el amor, José Carlos, tonto y huachafo? ¿O no recuerdas que estar enamorado es ver el mar con árboles y rosas?
Así que te repito: si no quieres morirte de risa no vengas, porque te vas a morir de horror. Pues la visión del amor de los autores no sólo es ilógica sino, además, kitsch. Mira, los personajes en cualquier momento se ponen a cantar temas de Radio A, con lo que todos soltamos la carcajada pero tú, tan serio, soltarás bilis (y más si te cuento que el recurso es copiado de una película francesa, “On connait la chanson?”)
Ven si quieres reir sin pensar y si sabes que por amor, en tu alma, una lágrima hay. Pero si no, ni te asomes. Porque el machismo de la obra te mataría. Las mujeres acá hacen lo que sea por conservar al marido, aunque él sea infeliz y se tiente fácil con otra. (Quiero una mujer como Marisol Palacios me dijo el gracioso de Eduardo). “Aunque tu marido sufra a tu lado, no dejes que se vaya” es la premisa, “entrega todo!” Y la solterona es fácil, fracasada y monga, y las mujeres deciden, obvio, en la cocina. ¿Tal vez el título significa que si eres mujer y quieres amor, primero tienes que morir del alma, como planteaba Spinoza? No quiero pensarlo, me reí y punto. Me pareció sonsa pero a pesar de todo, a pesar de todo, la sigo queriendo. Ven y no pretendas filosofar, sólo divertirte. Considera que en estos teatros las cosas no se hacen para el cerebro sino para el corazón, y para los autores con alma de PYME el corazón queda en la taquilla y “plata” es la abreviatura de “platea”.
Saludos mortales, como los de Kierkegaard.

Mariano

30 octubre 2006


Carta de amor a Wendy Vásquez

Amada Wendy:
Acabo de verte actuar en El Tartufo y debo decirte algo en dos palabras: te amo. Amo tu capacidad de transformación, aunque sigas teniendo esa vocecita ronca de chica de barrio, seductora y cavernosa, que parece esconder una carcajada. Te amo porque me hiciste soportar una obra que, sin ti, hubiera sido no aburrida ni mala pero sí un poquito sosa. Amo verte actuar donde sea, aunque los directores te traten mal (este no es el caso) y aunque peses, creo, apenas menos que yo. Te amo, como ves, con sinceridad brutal y con deseo infantil. Y en esto tiene responsabilidad la mano del director Jorge Guerra.
En El Tartufo (que se presenta en el Centro Cultural de la Universidad Católica) Guerra combina con astucia un texto clásico con una visión perversa del mundo actual, mezclando los personajes de Moliere con imágenes de show porno tecno con un desfile de modas decadente y/o con una irónica recreación de la moda futurista de los 50. Los trajes nos dicen, desde el inicio, que estos personajes son todos superficiales, banales y frívolos, guiados por la presión social más que por una verdad interior, y que su sensualidad es una carga tortuosa más que un ejercicio de libertad y autoestima. Tal vez el único error del vestuarista fue ponerte, amada Wendy, un traje tan parecido a los otros que no se distingue que eres la criada salvo para aquellos seres cultos que han leído la obra y saben que Dorina es la sirvienta típica de las comedias de este genio francés, seres cultos que, como es obvio, no viven en Lima. Pero tú, con tu capacidad expresiva, igual hubieras compuesto una criada divertida y excitante aunque te hubieran vestido con los papelitos que separan las lonjas del queso Laive.
A tu lado brillan la magistral Ana Cecilia Natteri, la sorprendente Alejandra Guerra y esa clown maravillosa que es Giselle Ponce de León, pero me cuesta decir que las amo a todas porque tú, mi estelar Wendy, te luces con ese ritmo actoral, esa presencia avasalladora y ese maquillaje glam que combina tan bien con tus medias blancas, de las cuales vi hasta la etiqueta. Ningún detalle te falla, Wendy, aunque a Bruno Odar le fallan muchos, ¿te has dado cuenta? En verdad, falla su Tartufo: querer darle misterio o dualidad es tan absurdo como querer que El Avaro sea generoso o El Enfermo Imaginario esté realmente enfermo. Tartufo es un estafador y punto, imponerle otros matices es contradecir a Moliere, quien creaba personajes sin dobleces llevando al extremo los defectos humanos: la avaricia, la hipocondría, la presunción, etc.
Tal vez Guerra marcó así a Odar y lo despojó de lo políticamente incorrecto, con lo cual desdibujó su montaje que tan bien venía. Es que la puesta exhibe cierta hipocresía tartufiana frente a su principal auspiciador: la iglesia. En una obra que fustiga a chupacirios y católicos de doble moral, Guerra declara la Paz y escamotea la sorna contra el clero para no arriesgar el puesto, sin considerar que Moliere se la jugó peor y que ya el mismo Papa había sido representado en esa sala, como un torturador, por Luis Peirano.
Qué larga me resulta esta carta, Wendy, larga pero gratificante y necesaria. Como la trayectoria de Guerra. Como tu talento. Como el amor.
Hasta la próxima.

Tu Peter Pan.

19 octubre 2006


Antígona de las Galaxias

Carta a mi amiga estudiante de actuación

Estimada Mariella:

Como siempre te digo que ver teatro es el mejor modo de aprender, sobre todo si vamos a escribir o a actuar, pues hice lo mismo para que sigas mi ejemplo, y fui a ver “Antígona” dirigida por Roberto Angeles y protagonizada por Fiorella de Ferrari. Lo primero que voy a decirte es que Fiorella no está mal, contra todos los pronósticos de sus mil detractoras que muertas de envidia la comparaban maliciosamente con Teresa Ralli y la descalificaban aún antes de verla. O sea que tu maldad no podrá cebarse en ella, je je.
Pero valgan verdades, Mariella, lo que está mal es la puesta. Roberto Angeles ha amontonado textos de diversos autores para tratar de esconder... que no tiene nada que decir. Su puesta tiene como único norte el tremendismo, la espectacularidad “gringa” y el heroísmo de telenovela mexicana. El vacío intelectual de Angeles pierde por goleada en comparación con la riqueza conceptual de Miguel Rubio, el director de esa otra Antígona que le gusta a los jóvenes tanto como a los viejos. Mientras el tío Miguel proyecta su puesta al contexto peruano para condenarlo, el tío Roberto se escapa de interactuar con la realidad nacional y más bien mira hacia mil escenarios diferentes, escapistas, “fashion”. (Nuestro amigazo Eduardo, el mordaz, nos diría que mientras Miguel Rubio mira los noticiarios Roberto Angeles ve Disney Channel, y tendría razón, pues esta Antígona del Teatro Británico es una mazamorra de referencias culturales mal pegadas, un cruce mutante que ni siquiera emociona, aunque sí, a veces da risa).
Y eso es verdad, puedes divertirte mucho pensando con esta puesta. Por ejemplo: ¿qué sale si juntas un Noé de película de semana santa con Obi Wan Kenobi? Sale Carlos Tuccio haciendo su Corifeo obvio y redundante. ¿Y si cruzas El Rey León, el musical de tu Colegio San Silvestre y la tragedia griega? Sale el coro aflautado que componen tres chicos con menos hormonas que un pollo. La Princesa Amidala – perdón, Ismena – la hace Sofía Rocha, a la que no le haré roche. Gonzalo Molina aparece as himself, siempre ronco y haciendo de él mismo aunque su personaje aquí dicen que se llama Polínice. Alfredo Santiesteban es Creonte, aunque con un abanico grande parecería un miembro jubilado del grupo Locomía, ese que ciertos amigos imitaban de chibolos, jaaaaa.
No sigo porque ya estoy sacando cachita, como Eduardo, y no pues. Pero es que amo el teatro, LO AMO, porque me da ideas grandes y emociones intensas. Pero a esta puesta le faltan ideas y no emociona nada, de repente por eso me burlo, para que aunque sea me haga reír. Porque en las puestas sin emoción todos reaccionamos con indignación, sorna o desprecio, esos sentimientos que los espectadores creamos porque el director no los pudo generar.
Tienes que ver Antígona pero para aprender, no del texto porque es una sopa de letras, sino de los errores de R.A. Provecho.

Mariano

(P.D. de Eduardo: “de repente Roberto Angeles es el nuevo Polínice del teatro peruano”)
(P.D. mía: leíste al ignorante que escribe crítica en El Comercio poniendo “Polinices” en vez de “Polinice”? Y a la puesta con 14 actores la llama minimalista. La ignorancia es atrevida diría mi nona. Resobón!)